DEL TÍTERE AL ARTE TITIRITERO

¿Es el muñeco o la capacidad de jugar la esencia del titiritero?

Siempre me he preguntado el porqué una persona persiste en jugar con muñecos cuando llega a ser mayor. Solo tengo una respuesta: el titiritero es un adulto que nunca maduró. La fascinación producida por los juguetes para crear mundos utópicos o para satisfacer las necesidades de soñar aventuras que difícilmente se podrían realizar, induce al adulto a buscar esta posibilidad y pretende mostrarlo a los demás a través de los muñecos.

 

El titiritero es un eterno niño que no pierde con los años la capacidad de soñar y divertirse con cuanto objeto o juguete haya al alcance de sus manos. Procura desentrañar el misterio de su elaboración, armándolo y desarmándolo, le encuentra diferente utilidad a todas las cosas, pretende darle vida a lo inerte, en fin, no deja de buscarle a todo, algo más de lo que se ve, como si tuviera un tercer ojo. Por eso no debemos creer que el titiritero es un artesano que fabrica muñecos - con frecuencia vemos que se dictan talleres de títeres que solo se remiten a enseñar la fabricación del muñeco y un poco a moverlo -, sino que es un manipulador. Ah palabra mayor y esencia del titiritero.

 

El titiritero no tiene que ser el artesano, perdón: artista, que elabora los muñecos y el teatrino con todos sus componentes técnicos, escenográficos y de utilería. Es así como se montan obras de títeres sin ninguna técnica de manipulación, ya que se conforman con sacar un muñeco y "volearlo" sin caracterizar a cada personaje, mientras por medio del discurso se pretende enseñarle al niño las pautas de comportamiento dictadas por los adultos. Cuantas veces no escuchamos que los títeres son una puerta a la imaginación, despiertan la fantasía, hechizan al espectador. Buen razonamiento de un adulto que quiere ocultar su falta de madurez y justificar su permanente apego al juego, ya que dicha puerta, hechizo, no es el títere, es él, el titiritero.

 

¿Que sería del muñeco sin aquel ser convencido de que puede darle vida, ponerlo a contar historias y hacérselo creer a los demás? No más que un simple muñeco o un posible juguete. Presentar títeres en portugués es brincar, en francés es jouer, en inglés es to play, y todos traducen JUGAR. La magia de los títeres no está en el muñeco, sino en el titiritero y su capacidad de JUGAR. Este ante todo debe ser un manipulador, aunque no le sobraría, si además es artesano y actor. Un titiritero puede darle vida a cualquier cosa, puede hacerse invisible permaneciendo visible, puede traspasar la barrera del tiempo, puede mostrarnos el mar sin escenografía, pueden mostrar varios personajes al mismo tiempo con solo tocar unos muñecos y aportarles su voz, puede remitirnos a un viaje fantástico montados sobre una hoja de papel.

 

Podemos perdonar al titiritero cierta falta de factura en la elaboración del teatrino o los muñecos, ciertos problemas de dramaturgia, problemas de vocalización, hasta de manipulación, pero no de capacidad de soñar y de llevarnos a otros mundos. Obvio que los títeres son atractivos a los niños, pero en gran parte su razón de ser son los adultos que no maduraron o que no han dejado morir el sentimiento de asombro, de ternura, de lealtad, en fin, sin pena a decirlo, los más nobles sentimientos que tratamos de ocultar por tildarnos de infantiles. Es muy difícil encontrar niños titiriteros a pesar de que se mantienen jugando, pero si es común ver que los más virtuosos titiriteros son de avanzada edad.

 

Al fin y al cabo, ahí están los títeres, los juguetes y demás objetos esperando la mano de una persona sin complejos, atrevida y sin temor al ridículo, que les confiera un toque mágico y los transforme en personajes reales creados por la imaginación, tan ciertos que, quien los ve, se convence de que son seres reales y con vida propia, que merecen ser tenidos en alta estima por sus fantásticas aventuras. No hay tiempo que perder. Es hora de jugar.

Luis Alberto Correa Zapata

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MANIPULACIÓN DE O B J E T OS

El objeto no tiene vida en si, es inerte. Es el manipulador, mago o titiritero quién le infunde vida, permitiéndole ser el personaje de una representación, aportándole su voz y su movimiento, confiriéndole su energía vital, animándolo. Todo objeto o cosa está propensa a ser animada.

Existen los muñecos y los juguetes, objetos obviamente fabricados para ser animados por los titiriteros y los niños. El manipulador es el que convence al espectador que un carro de plástico o madera puede rodar como si tuviera motor. Persigue que el objeto le obedezca a sus impulsos, y responda con una expresión determinada. Lo caracteriza. El mismo muñeco, con su única expresión física, adquiere todas las posibilidades expresivas vitales en la energía interna que le imprime el titiritero.

También están las herramientas, utensilios e instrumentos, que son objetos con usos específicos a los cuales se le pueden animar y ofrecer con características de máquina, animal o ser humano. Todo depende de la capacidad de convencimiento y de expresarse dentro de esa realidad. Un objeto puede tener género de acuerdo al idioma de la palabra que lo define, por ejemplo una copa es femenina y un vaso es masculino en el español, pudiendo ser los personajes de una historia representando una pareja. La energía que se le imprime al caracterizarlo, le proporciona el ritmo, la voz, el gesto. El objeto puede expresar gestos, manteniendo el carácter que le da la razón de ser a su diseño, según su utilización. Su condición de uso determina su forma, definiendo una representación específica, lo que intrínsecamente, le aporta valor simbólico a cada objeto utilitario.

Se puede animar una luz o una sombra, si alguien cree que esto es posible, se convence de ello, y lo transmite. Todos los demás le creerán. Lo importante es saber canalizar esa energía vital hacia lo que se quiere animar. El que parezca que tuviera vida el objeto o cosa es el efecto que produce un buen animador. – Dador de vida -.

Animar es transmitir su propio ánimo al muñeco u objeto. Es condicionar su propio estado anímico a los requerimientos del personaje que se pretende representar. Hay que descifrar el ritmo y movimientos del personaje, e interpretarlos según las posibilidades del objeto que se tenga. Lo absurdo se vuelve lógico, y creíble. La teatralidad lo permite. Todo es posible, el animador, cual mago, puede recrear cualquier historia con los objetos mas disimiles. Su maravillosa mirada sabe descubrirnos otro punto de vista para observar las cosas. Un espíritu diferente que puede encontrarle vida a cualquier objeto, abstrayéndonos de la cotidianidad, y permitiéndonos adentrarnos a otros mundos. Unas cucharas, pocillos, un martillo, una caja, pueden transformase en objetos con otros usos, o en personajes con vida propia. La belleza de los movimientos del personaje, depende de la armonía rítmica del manipulador.

La animación en sí, ya es entretenida, mas al ser un acto de comunicación, su mayor valor reside en la posibilidad que ofrece para contar historias. El arte como comunicación, nos establece un diálogo entre la obra y el espectador. El artista proponiendo un mensaje o contenido, y el espectador aportando desde su asombro, sus vivencias y mundo personal, para darle su interpretación. La obra de arte no solo propone una visión del mundo, sino que estimula al espectador a ser también creador. Nadie percibe la misma obra igual a otra persona, si por semejante que sea, lo expresamos de diferentes maneras. Cada uno hace su propia lectura. El arte nos crea inquietudes en el contenido, en la forma o en la técnica, siendo ante todo, la vida misma del artista. Lo importante es lo que queremos transmitir, que no debe ser otra cosa, que el alma.

Independiente de la técnica de manipulación, se debe producir el gran efecto, la magia para que los objetos se transformen y tengan vida, no es solo moverlos, sino entregarle una vida, un alma, animarlos.

Ánimo amigos.

Luis Alberto Correa Zapata

Teatro Barra del Silencio

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